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ASPECTOS DE SIGNIFICADO, CULTURA E INCLUSIÓN EN TERAPIA OCUPACIONAL

ASPECTS OF MEANING, CULTURE AND INCORPORATION IN OCCUPATIONAL THERAPY





 

 

 

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Autor principal:
Dr. Michael K. Iwama. Profesor de la University of Toronto, Canadá.

Autor colaborador:
D. Salvador Simó. Profesor de la Universitat de Vic, España. Coordinador del grupo de investigación Ciencia de la ocupación.

 

Como citar este documento:
Iwama MK, Simó Algado S. Aspectos de significado, cultura e inclusión en Terapia Ocupacional. TOG (A Coruña) [revista en Internet]. 2008 [fecha de la consulta]; 5(8): [23p.]. Disponible en: http://www.revistatog.com/num8/pdfs/modelo1.pdf

 

Texto Recibido : 01/06/2008
Texto Aceptado:
30/07/2008




RESUMEN


Este artículo se centra en aumentar la concienciación sobre los temas que surgen cuando los terapeutas ocupacionales llevan su práctica a nuevos o contextos y culturas o practican con personas que proceden de los mismos. Para que las intervenciones terapéuticas sean efectivas, los terapeutas deben tener presente las realidades y los significados compartidos de las personas a las que van dirigidas estas intervenciones. El artículo destaca algunas de las presuposiciones subyacentes a la práctica y a los marcos de la terapia ocupacional occidental y, por otra parte, muestra que no son necesariamente eficaces en un contexto oriental. Centrándose específicamente en Japón y en la visión del mundo y la cultura japonesa, el autor principal muestra que para que la terapia ocupacional sea efectiva y útil debe adaptarse y cambiar como respuesta a la cultura en la que está siendo practicada. Para asegurar que su práctica dota de poder a las personas en lugar de oprimirlas, se invita a los terapeutas ocupacionales a reconocer la interpretación cultural de la terapia ocupacional en sí misma, así como a permitir a los mediadores culturales de los grupos de clientes a entender y dictar los términos por los cuales se debe introducir la terapia ocupacional.

 

 

SUMMARY


This article centres on increasing the conscience on the topics that arise when the occupational therapists take their practice to new or contexts and cultures or practise with persons who come from the same ones.
In order that the therapeutic interventions are effective, the therapists must bear in mind the realities and the shared meanings of the persons whom these interventions are directed. The article emphasizes some of the underlying presuppositions to the practice and to the frames of the occupational western therapy and, on the other hand, it shows that they are not necessarily effective in an oriental context.
Centring specifically on Japan and on the vision of the world and the Japanese culture, the principal author shows that in order that the occupational therapy is effective and useful it must adapt and change as/like response to the culture in the one that is being practised. To assure that its practice provides with power the persons instead of oppressing them, it invites the occupational therapists to recognize the cultural interpretation of the occupational therapy in itself, as well as to allowing the cultural mediators of the customer groups to dealing and dictating the terms for which it is necessary to introduce the occupational therapy.





Previo

La reflexión a la que se refiere el resumen de este documento, es muy pertinente en nuestro contexto español. Por un lado cada vez más son los terapeutas que se embarcan en proyectos de cooperación internacional, y por otra, los terapeutas ocupacionales encuentran está diversidad cultural en sus centros de práctica en nuestro propio país, debido al fenómeno de la inmigración, que ha creado una nueva sociedad donde la diversidad cultural es la nueva realidad. Sin olvidar que en España, como en el contexto europeo, se han expandido los modelos sobre los que reflexiona el autor principal de este artículo, como el MOHO o el CMOP, por lo que cobra aun más si cabe importancia esta reflexión. Por último este capítulo nos da nuevas formas de repensar nuestra propia cultura y los problemas que enfrentamos.

Decía Einstein el sistema de pensamiento que ha creado un problema es incapaz de resolverlo, por ello será útil reflexionar sobre otras formas de entender la realidad no basadas en nuestro prisma occidental. Problemas como la exclusión social, o la destrucción de la naturaleza derivan de una visión occidental  individualista y caracterizada por el dominio del medio natural.
Esta discusión sobre la cultura y la diversidad coincide con el grupo de trabajo que se ha creado sobre “Diversidad y terapia ocupacional”, desde la Federación Mundial de Terapia Ocupacional, del que el autor colaborador tiene el honor de formar parte junto a otra terapeuta ocupacional de nuestro país, la profesora de la Universidad de A Coruña Inés Viana.

Introducción

La ocupación humana es a la vez universal, pero al mismo tiempo individual, al tener cada ocupación tiene un significado único para cada ser humano.

El comportamiento ocupacional siempre es un comportamiento medioambiental, ya que la ocupación es el diálogo del ser humano con su medio ambiente. Es por ello que la cultura es una dimensión clave en nuestra profesión.

La cultura puede significar cosas diferentes para gente diferente. Las nociones populares de la cultura incluyen en ocasiones aspectos de raza e identidad étnica, así como lo que ha venido a llamarse “alta cultura”: moda, comida, música y danza, obras literarias representativas y formas artísticas. Una visión menos restrictiva de la cultura ha sido proporcionada por la geógrafa social Isabel Dyck, que posee una formación en terapia ocupacional. Dyck explica la cultura como un sistema compartido de significados que “abarca ideas, conceptos y conocimiento, e incluye creencias, valores y normas que forman los estándares y las reglas de comportamiento emprendidas por las personas en su vida cotidiana1”.

La cultura, entendida de esta forma, ha sido a menudo tratada como un asunto secundario a la hora de explicar la terapia ocupacional en nuestro discurso profesional, olvidando que nuestra profesión nace en el seno de una cultura occidental de raza blanca. Nuestras suposiciones sobre la naturaleza de la actividad humana, sus componentes, organización y sentido se toman como cualidades universales que trascienden límites culturales y parecen resistentes a los intentos de rebatirlas o alterarlas. Después de todo, ¿qué podría resultar equivocado en un planteamiento terapéutico conducido por una ideología que busca dotar de poder a los individuos para que mejoren o para que se actualicen a través de una actividad racional y con sentido? Pocos occidentales discreparían de una profesión que pretende ayudar a personas a ser y llegar a ser2 a través de la utilización de las manos impulsada por la mente y la voluntad3. La necesidad empírica de investigar y examinar de forma crítica la aplicabilidad de la terapia ocupacional en otros contextos todavía tiene que emerger como una preocupación primordial, especialmente para aquellos que construyen los modelos que describen y guían nuestro trabajo, quienes, a su vez, articulan los valores y la filosofía de la profesión. Las ideas surgidas de un conjunto de contextos culturales determinados no siempre encajan bien al trasladarlas a otros contextos. Muy a menudo, es el contexto destinatario el que es forzado para adoptar las ideas del contexto intruso. 

El fracaso de la terapia ocupacional a la hora de conseguir el bienestar de personas culturalmente diferentes,  se interpreta, en ocasiones, como un problema del individuo en lugar de atribuirlo a algún aspecto inadecuado de la terapia ocupacional. En nuestra práctica clínica, vislumbramos esta situación cuando los clientes tienen dificultades para acatar nuestra intención de ayudarles. Tanto si se trata de un señor mayor que se pregunta por qué se le aconseja que desempeñe tareas diarias de forma independiente, o si se trata de una mujer joven que parece perdida cuando se le pide que responda a las preguntas estructuradas por el Modelo Canadiense de Desempeño Ocupacional (CMOP, por sus siglas en inglés)4, tendemos a situar el problema en la interacción entre el cliente y el terapeuta, en lugar de en algún conjunto de modelos filosóficos o de valores arraigados en la ideología o en la estructura de la terapia en sí misma. Hasta puede que concluyamos peyorativamente que el paciente es “difícil”, considerando por lo tanto increíble que alguien pueda estar en desacuerdo con la exactitud del proceso terapéutico o con la ideología que lo dirige. Casi nunca planteamos la posibilidad de que el problema pueda residir, en realidad, en la propia terapia ocupacional, en los elementos culturales arraigados en sus perspectivas ontológicas y epistemológicas, así como en los marcos que explican y guían las intervenciones de la terapia ocupacional.

Se trata de un tema complicado y que necesita ser tratado del mismo modo en el que la terapia ocupacional promueve su propio camino hacia nuevos contextos de práctica o encuentra nuevas realidades culturales en sus contextos habituales. Las implicaciones y consecuencias que se derivan de la implementación de intervenciones terapéuticas que no sintonizan con las realidades y los significados compartidos de la población se podrían calificar de serias. Una terapia ocupacional fuera de contexto cultural podría derivar en un movimiento que tanto los terapeutas como los pacientes serían incapaces de comprender, con lo que la profesión perdería su capacidad y significado para contribuir con algo positivo a la sociedad. En el peor de los casos, la terapia ocupacional podría convertirse en un agente opresivo, que colonizara e incluso marginara a las personas, exigiéndoles que adquirieran competencias que son desviadas y que van en contra de los modelos de valores básicos de dichas personas.

Para aclarar este tema, examinamos la cultura desde una perspectiva de relativismo cultural, que opina que las nociones fundamentales de lo que se considera verdadero, moralmente correcto, así como lo que constituye el conocimiento (o realidad) en sí mismo5 se construyen socialmente y varían transculturalmente. Más adelante, se argumentará que los humanos son seres sociales y que es gracias a sus experiencias compartidas como atribuyen significados únicos a los fenómenos, y que la realidad no existe necesariamente de forma independiente al conocedor6. La terapia ocupacional y las ideologías que la apoyan (por ejemplo, la suposición de que los hombres son seres ocupacionales), interpretadas como universales interculturales, se examinan y rechazan en el presente escrito. Para introducir la terapia ocupacional en las vidas de otras gentes de forma segura, y equitativa, la cultura en la terapia ocupacional necesita ser entendida en sus propios términos desde el punto de vista del otro. Esta reflexión del autor principal ya fue introducida por el filósofo judío Levinas, para quien la ética del yo debía dar lugar  a una ética basada en el Otro.

LA CULTURA DE LA TERAPIA OCUPACIONAL

Partimos de la base de que la cultura se puede explicar, al menos parcialmente, por las ideas, conceptos y conocimientos, y que incluye las creencias, valores y normas que forman los estándares y las reglas de comportamiento por las que la gente se rige en su vida cotidiana1. Entonces analizando los conceptos considerados fundamentales de las explicaciones de dicha terapia será posible obtener una visión de la cultura que está arraigada en las construcciones actuales de la terapia ocupacional. La mayoría de los lectores estarán de acuerdo con la idea de que la ocupación en la terapia ocupacional se puede definir como: “el dominio de la preocupación y el medio terapéutico de la terapia ocupacional [...] La ocupación se explica como todo aquello que las personas hacen para ocuparse, y puede incluir grupos de actividades y tareas de la vida cotidiana, fijadas, organizadas y con un valor y un sentido asignados por los individuos y la cultura”4. Sin embargo, en el reino de la experiencia social occidental, parece que la ocupación está impregnada con significados más profundos. Estos son significados que pueden incluso llegar a definir la construcción de uno mismo y resultan cruciales en una sociedad que pone un énfasis fundamental en el individuo como entidad reflexiva, independiente y racional. La construcción de la “ocupación” subsume muchas de las suposiciones comunes que un gran número de occidentales mantiene como verdaderas de su mundo, así como la idea de que el ser y la entidad individual están inextricablemente unidas a lo que “hacemos”. Charles Christiansen consideró “la ocupación como el medio principal a través del cual las personas se desarrollan y expresan sus identidades personales”7. Christiansen añadió que “la competencia en el desarrollo de las tareas y las ocupaciones contribuyen a la formación de la identidad y [...] la realización de una identidad aceptable contribuye a la coherencia y el bienestar”7. Para la teoría, Christiansen hizo uso principalmente del trabajo de Mead sobre el interaccionismo simbólico8 y de Piaget –incluso los niños conocen el mundo a través de la acción del “hacer”9.
La construcción de la ocupación en la terapia ocupacional está respaldada por corrientes básicas de pensamiento social moderno y teoría social, pero no sólo se limita a los conceptos de mediación, praxis y reflexividad. El hecho de que los principios básicos de la terapia ocupacional a menudo se apoyen en las explicaciones ofrecidas por la ciencia social moderna ha ayudado a cosificarlos, por lo menos en Occidente. Con unas perspectivas tan tácitas hacia el yo, la sociedad, y el entorno, puede ser difícil para la gente occidental imaginar la ocupación como algo que posee significados concretos y unidos a la cultura, formados e influenciados por los contextos culturales y sociales predominantes.
Nociones célebres del yo y la identidad han ido habitando nuestras ideas sobre el bienestar y los estados sanos del ser en la terapia ocupacional. Wilcock ha acuñado lo que se ha convertido posiblemente en el eslogan definitivo de los terapeutas ocupacionales: “hacer, ser y llegar a ser”2. Los occidentales estarían probablemente de acuerdo con que los elementos fundamentales de nuestra existencia, así como aquello a lo que aspiramos a convertirnos se ven formados y determinados ante todo por lo que hacemos. Experimentar una disfunción en el “hacer” debido a algún evento o circunstancia desafortunada representa un problema esencial y la base para la intervención de la terapia ocupacional.

EL INDIVIDUALISMO OCCIDENTAL: LOS CIMIENTOS DE LA TEORÍA DE LA TERAPIA OCUPACIONAL OCCIDENTAL

Puede que todos hagamos y desempeñemos actividades de forma similar, pero los significados personales y sociales que atribuimos e imbuimos a nuestras propias actividades son profundamente especiales y únicos. ¿Cómo y dónde se originaron estos modelos culturales y cómo se sustentan, incluso en esta era de la información y de la globalización? Desde el punto de vista del autor principal de haber nacido y crecido en Asia oriental y, más tarde, haber sido culturizado en contextos sociales occidentales, se cree que algunas de las más profundas visiones sobre la divergencia cultural se pueden apreciar mejor a través de narrativas de cosmologías y visiones del mundo determinadas.

La diferencia extraordinaria entre el mito cosmológico o visión del mundo de Asia oriental (véase Fig. 10.1) y su variación occidental (véase Fig. 10.2) puede verse en la trascendencia radical que existe en la visión occidental de un dios todopoderoso, separando así los elementos de la naturaleza, el yo, la sociedad y la deidad, que en la visión de Asia oriental se imagina como una unidad singular y firme, en entidades graduadas en un continuo.

Se puede interpretar que la trascendencia de una deidad única y omnipotente en la cosmología occidental10,11 está correlacionada simbólicamente con la trascendencia del individuo sobre los demás (sociedad) y la naturaleza (entorno). Esa trascendencia produce una separación o distinción del yo de los entornos sociales o materiales.

 

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Figura 1 Versión del Asia oriental sobre el mito cosmológico

 

De ella derivamos un sentido de destino individual para actuar sobre nuestro entorno y ocuparlo, habiendo recibido de Dios el dominio sobre estos elementos. Este sentido del destino individual coincide con la asunción social inequívoca de autonomía e independencia tan evidente en la vida occidental. En la terapia ocupacional, la independencia en las habilidades cotidianas es la consecuencia del rendimiento universalmente apoyado y celebrado. La necesidad de depender de los demás se percibe negativamente, como un estado del ser que necesita mejora.

Tanto si los mitos cosmológicos o las visiones del mundo concretas tienen cualquier relación con los sistemas de creencias y valores de un determinado grupo social o no, algunos rasgos o conceptualizaciones han sido usados a menudo en la literatura para describir el individualismo occidental. Algunos de esos conceptos describen al individuo occidental tipo como un ser analítico12,13,14, monoteísta15,10, materialista12 y racionalista16.

Los conceptos que describen una actitud determinada hacia la acción, como el determinismo unilateral17, la auto-eficacia18 y la causalidad personal19,13 refleja una interpretación de intención y construcción del yo individualista en relación con el entorno.

En las esferas de la experiencia occidentales, la ocupación del entorno del yo a través de una acción con sentido se ve, a menudo, como un derecho y un imperativo. Presupone, como postuló Lebra, que para el occidental la causa primera17 de las acciones del yo reside dentro del individuo, siendo el objetivo último adquirir competencia e independencia a través del control sobre las circunstancias de uno mismo.

 


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Figura 2 Variación occidental del mito cosmológico.

 

En esta actitud hacia la actividad humana, la responsabilidad del éxito o del fracaso tiende a recaer en el individuo en lugar de en el contexto social que le rodea.

El individualismo occidental en un micro nivel es congruente con el monoteísmo, la tendencia a apoyar una “cosmología de sistema cerrado”, en el que los limites coinciden con una verdad única o una deidad omnipotente10, en un macro nivel. La congruencia entre una teología de sistema cerrado y una personología de sistema cerrado, donde los fenómenos se interpretan como responsables de un conjunto único de reglas o estándares morales, es evidente en prácticamente todas los modos y las explicaciones de la vida occidental. La ciencia moderna, con todos sus principios positivistas y empíricos que se creen originados a partir de una visión del mundo de ese tipo, cosifica un universo construido racionalmente en una secuencia lógica, reducible a una verdad básica única. La división ordenada y categorización de la realidad no es sólo pertinente para las cosas físicamente “reales”, pero presumiblemente también constituye la estructura de las cosas inmateriales como los pensamientos, las ideas y las memorias12. Por eso, se interpreta que el individuo occidental es especialmente analítico, y que prefiere una visión de la realidad como un conjunto de partes que encajan en un modelo lógico último. Por este motivo, los teóricos y los investigadores occidentales han tratado de “objetivizar” el mundo de una forma especial, intentando reducir las complejidades del pensamiento humano a representaciones más lineales y lógicas.

La tendencia a construir el mundo de una forma analítica y determinada, que es congruente con una visión especial del yo, la sociedad y la naturaleza, representa un El comportamiento ocupacional siempre es un comportamiento medioambiental. Principio importante de la filosofía de la terapia ocupacional. Este principio problemático es la objetivación de materias “externas” como existentes de forma independiente al observador. La visión del entorno (tanto el social como el físico) como oposición al yo (conectado a través de la “ocupación”) en lugar de como tan sólo una parte del mismo conjunto unificado, posee consecuencias profundas en la capacidad de las personas de otras culturas para compartir y atenerse a la interpretación de la ocupación de los terapeutas ocupacionales occidentales y su supuesta esencialidad para el bienestar. Por eso, se acusa a los occidentales y sus ideas sobre la actividad humana de ser demasiado racionales. En esta inclinación epistemológica, todos los fenómenos, incluidos la actividad humana y la praxis, pueden ser investigados reflexivamente y sistemáticamente, así como explicados por alguna lógica racional. El comportamiento humano se califica como ocupación cuando la interpretamos como algo con significado, cuando los medios de una tarea se pueden estar unidos a algún fin razonable.
La importancia de unir la acción o “hacer” de uno mismo, racionalmente, a algún objetivo futuro, orienta a la persona temporalmente hacia el futuro.

La congruencia entre las visiones del mundo occidentales y la teoría de la terapia ocupacional debería ser más evidente en dicha teoría, especialmente en aquellos modelos conceptuales que pretenden explicar la ocupación humana y sus cualidades. El Modelo de Ocupación Humana20 (conocido como MOHO, por su denominación en inglés) y el Modelo Canadiense de Desempeño Ocupacional4 (CMOP, por su denominación en inglés)  son examinados brevemente aquí para ilustrar cómo de implícita está la cultura en la estructura de estos modelos teórico. Se debería señalar que se mencionan a propósito las primeras descripciones sustantivas de estos modelos conceptuales con la intención de situar la génesis de estas ideas en un contexto cultural e histórico. El hecho que estos modelos experimenten adaptaciones para enfrentarse mejor a las necesidades en evolución de sus respectivos contextos sociales dinámicamente cambiantes es testimonio de la tesis de este artículo: ese significado y sus explicaciones se encuentran culturalmente situados.

Un análisis del MOHO21 revela que la teoría general de los sistemas22,23 es el  marco en el que los conceptos de este modelo se estructuran. El modelo describe a los humanos como sistemas abiertos que forman parte de una relación con el entorno físico y el entorno social. El principio básico de esta interpretación de la acción humana sostenía que los humanos tenían un instinto innato para dominar y controlar sus entornos. Las acciones subsecuentes que los humanos desempeñaban en el mundo se veían modificadas por un orden ejecutivo interno de cognición, que en última instancia recopilaba, modificaba y representaba el comportamiento. La volición, la habituación y el comportamiento comprendían los tres componentes principales del comportamiento ocupacional que residen en el sistema abierto20. Incluidos en el concepto de volición se encuentran los subconceptos que se consideran presentes en el individuo, como la “causalidad personal”, los “valores” y los “intereses”. En el subconcepto de “causalidad personal” se incluyen los conceptos de “auto-eficacia” y la “capacidad de conocimiento” de uno mismo (para comportarse). Actuar sobre el entorno resultaría en una retroalimentación y otros impulsos del entorno, que entraría en el sistema, atravesaría las funciones ejecutivas y saldría de nuevo al entorno, formando una espiral. Los estados funcionales del individuo se caracterizarían por un ciclo y un equilibrio armónico en el continuo del entorno humano, mientras que los estados disfuncionales ocupacionales caracterizarían un ciclo y un desequilibrio desigual y bloqueado. El terapeuta ocupacional, al usar este modelo, procuraría ayudar a los pacientes a alcanzar un mejor equilibrio con sus entornos maximizando el comportamiento ocupacional.

La estructura y los conceptos del MOHO, así como la representación metafórica de la actividad humana descrita por el orden de sistemas, refleja prácticamente todos los descriptores de las tendencias y cosmologías tipo occidentales presentadas anteriormente. El yo se describe como solitario y situado en el centro del “sistema”. También es evidente  la trascendencia del yo sobre el entorno que se encuentra situado claramente en el lado opuesto. La actividad humana eficaz se conceptualiza como el estado de eficacia en el que uno puede ejercitar su propia determinación para actuar sobre el entorno y controlar sus propias circunstancias. En esta interpretación, el “control” se sitúa de forma sinónima junto al “equilibrio” u orden. La compartimentación de los distintos conceptos y subconceptos que trabajan juntos de forma sistemática en el orden lógico recuerda a las descripciones de los individuos occidentales como analíticos, materialistas y racionales.

El CMOP4 es otro modelo prominente. Tres círculos concéntricos que representan los componentes del sistema humano-ocupación-entorno describe gráficamente el modelo. El entorno se representa con el círculo exterior y se define formado por cuatro partes: la física, la social, la cultural y la institucional. Entre el círculo más interior (el individuo) y el más exterior (el entorno) se encuentra el círculo concéntrico medio, que ha sido conceptualizado como los “propósitos de la ocupación”. Estos propósitos de ocupación se dividen en tres partes: el auto-cuidado, la productividad y el ocio. El comportamiento ocupacional se describe en este modelo como el equilibrio entre el individuo y el entorno: “El resultado de una relación dinámica y entretejida entre personas, entorno y ocupación sobre la vida útil de una persona: la habilidad para elegir, organizarse y desarrollar satisfactoriamente ocupaciones con sentido que son definidas culturalmente, así como madurar de forma apropiada para cuidar de uno mismo, disfrutar de la vida y contribuir a la estructura social y económica de una comunidad”4. La interacción entre el yo y el entorno se produce a través de la ocupación. Un déficit en la habilidad de una persona para actuar de acuerdo a su voluntad puede dar lugar a una disfunción y a un trastorno del equilibrio sistemático.

Los terapeutas ocupacionales trabajan para identificar los puntos que contribuyen al desequilibrio en el sistema y usan la ocupación terapéuticamente para consolidar y volver a equilibrarlo. Por eso, las estrategias de intervención van dirigidas al restablecimiento del control de la persona sobre el entorno adaptando atributos individuales o ambientales. De nuevo, se ve fuertemente representada la primacía del individuo como agente de cambio en relación con el entorno. La conceptualización tanto del individuo como del entorno en componentes discretos y limitados es evidente y nos permite una visión del cómo los autores han construido el concepto del comportamiento ocupacional a lo largo de las nociones de la actividad individual, el entorno y la utilidad y significado de la acción. Lo que sí que resulta evidente en estas construcciones del bienestar es la noción de que los logros personales y la auto-actualización representan la cima de los esfuerzos humanos, así como que estos ideales derivan de un proceso de exploración y competencia. El control del yo y el entorno (naturaleza) se hace equiparable a los estados saludables del ser. Estos modelos conceptuales de la terapia ocupacional  representan y cosifican los ideales occidentales de la salud definidos como propensiones independientes, individualistas y racionales. Por lo tanto, en sociedades que se rigen por construcciones sociales y culturales de la realidad tan diferentes ¿hasta qué punto son apropiadas estas descripciones de la salud?

EL DESAFÍO DE LA TERAPIA OCUPACIONAL EN OTROS CONTEXTOS CULTURALES

Para este debate, se tiene en cuenta brevemente Asia oriental, y más específicamente Japón. Los 120 millones de personas que habitan Japón forman una parte de la población colectiva de Asia, estimada en cerca de 3.300 millones de personas24, prácticamente la mitad de la población mundial. Las variadas culturas asiáticas representan una zona de pruebas pertinentes para la universalidad de la terapia ocupacional porque han desarrollado sus propias filosofías, modelos de valores, sistemas éticos y morales y epistemologías separadas del mundo occidental26. De la misma forma en la que las naciones asiáticas han tenido que reconciliarse con las bruscas intrusiones de la modernización y las formas culturales occidentales durante todo el siglo pasado, Japón ha tenido que hacer frente al transplante sistemático de la terapia ocupacional con todas sus subsumidas filosofías, valores, sistemas morales y éticos, así como la epistemología de Occidente durante los últimos 35 años. Japón es posiblemente uno de los países de mayor crecimiento de la terapia ocupacional, con programas de educación de terapia ocupacional que se expanden a una velocidad casi exponencial en la última década.

Fundamentos filosóficos

Del análisis de la versión del Asia oriental sobre el mito cosmológico10 debatida anteriormente (véase Fig. 1) se deriva que las personas asiáticas pueden percibir el mundo de una forma bastante diferente a cómo lo hacen sus homólogos occidentales. En lugar de percibir el mundo como algo separado racionalmente, la perspectiva cosmológica del Asia oriental sitúa a la naturaleza, el yo y la sociedad en un todo cerrado y estrechamente integrado. No existen efectos secundarios social-estructurales de la trascendencia radical de un Dios único, una verdad única o un único código moral. En lugar de lazos de lealtad y confianza que se extienden de forma lineal y vertical hacia una deidad única o un ideal universal, las personas del Asia oriental se adaptan en una constelación flexible y compleja de relaciones horizontales.

Con respecto al comportamiento humano, a falta de una deidad omnipotente, la social se convierte en la entidad con la cual se valoran y juzgan todas las cosas. La persistencia del mito cosmológico oriental en las conceptualizaciones de la naturaleza, el yo y la sociedad, en lugar de la versión separada occidental, predominante y trascendental, puede estar en correlación con ciertos modelos observables socioestructurales.

Esta visión del mundo oriental, por ejemplo, puede limitar la conceptualización de la centralidad del “yo” en el universo, así como desviar la dependencia y atribución de la realización de un “yo” solitario y situado en el centro. Además, en lugar de ofrecer una visión monoteísta de una verdad fundamental única, la visión cosmológica oriental sitúa a las deidades junto a los humanos y la naturaleza en una entidad singular estrechamente ligada, creando así un politeísmo en el que pueden existir múltiples verdades al mismo tiempo. En la interpretación occidental del cosmos, al individuo trascendental se le concede una posición elevada desde donde puede observar y juzgar cualquier cosa de acuerdo a un código moral único, aplicable universalmente y reflejado internamente. Para el oriental politeísta no existe tal posición elevada desde donde ofrecer un juicio fundamental. El juicio y la interpretación de la verdad y lo correcto son situacionales, y se reflejan en los elementos referentes en las inmediaciones del fenómeno en lugar de en una interpretación universal de la verdad y lo moralmente correcto, sobrepasando la situación y las circunstancias. En los contextos relacionales de este tipo, la noción de teorías ambiciosas o explicaciones del fenómeno que quieren abarcarlo todo son inimaginables y prácticamente insostenibles. Este tipo de visiones naturalistas del mundo se encuentran en la base de una estructura social colectivista y de una concepción del significado que conforman un delicado sustrato en el que establecer interpretaciones de la ocupaciones orientadas a la independencia.

En los contextos sociales japoneses, se observa que la conceptualización “descentralizada” del yo hace que el comportamiento venga determinado por una “ética situacional”17,25, de modo que es la situación social (llamada “marco” o “ba” por Nakane)27, y no el yo construido centralmente, lo que influye enormemente en la interpretación, la iniciación y la forma de la actividad humana. Con el énfasis puesto en las relaciones sociales horizontales ligadas al “marco”, una norma social o centrada en el grupo prima sobre una norma centrada en el individuo, en la que los asuntos relacionados con el existencialismo y la identidad dependen del “hacer”. Este es el fundamento lógico sobre el que descansa la idea de Lebra17 de que el individuo tipo japonés considera que el “motor principal”, que en la mayoría de occidentales se sitúa en el interior, se halla fuera del yo, en el “marco” social.

Gran parte del discurso de la ocupación humana tiene un carácter individualista y, por tanto, reflexivo. La noción de extraer significado de las cosas que hacemos resulta tácita para la mayoría de personas que se guían por una visión del mundo monista y egocéntrica. En Japón, la mayor parte de terapeutas ocupacionales y sus pacientes encuentran problemas para participar de una perspectiva así del yo y del significado de la acción, debido a que en sus realidades propias no existe una perspectiva ni una interpretación de los fenómenos de estas características. En su mayoría, los japoneses consideran que los significados atribuidos a la actividad personal y a los fenómenos tienen un carácter situacional, están influidos por el grupo social y varían en función de las circunstancias. Para ellos, el entorno social y por la situación del agente en relación con el entorno influyen enormemente en la verdad y el significado de la acción.

En la experiencia colectiva japonesa, el agente no es tanto el individuo como el colectivo al que éste pertenece. Cuando el marco social prima sobre los atributos individuales, se concibe que la realización de las metas personales y de los roles sociales tiene lugar por una dinámica diferente. El logro casi nunca es un atributo aislado; normalmente es el resultado del yo, el colectivo y la naturaleza. En Occidente, existe la idea de que podemos influir en el estado de la naturaleza (y de la salud) a través de nuestras acciones impulsadas por la mente y la voluntad3. Por tanto, persiste la creencia de que es posible alcanzar roles sociales y lograr el éxito realizando un esfuerzo inteligente y unilateral. No es necesario cuestionar la progresión de hacer, ser y llegar a ser2, enunciada por Wilcock. En la experiencia social japonesa, ser y llegar a ser no dependen necesariamente del esfuerzo o de la habilidad de una persona. La naturaleza, en la que se incluye la colectividad, abarca al yo como un todo unificado y explica, en última instancia, el éxito y el fracaso. En Oriente, los conceptos de destino y de karma a menudo ofrecen una poderosa explicación para todos fenómenos resultantes.

Estas diferencias entre las visiones individualistas y las visiones colectivistas sobre los resultados de las actividades ocupacionales se observan prácticamente en toda interacción transcultural, como puede ser, por ejemplo, un acontecimiento deportivo internacional. A los occidentales les puede parecer curioso comparar el contenido de las entrevistas concedidas por atletas de alto rendimiento a periodistas televisivos tras un éxito. Casi con total seguridad, los japoneses comenzarán su entrevista con expresiones de sincero agradecimiento por el logro alcanzado a sus seguidores, compañeros de equipo, personal de apoyo, entrenadores y prácticamente a todo el mundo. Aunque de vez en cuando hallamos este modelo de comportamiento también en Occidente, la frecuencia con la que aparece en Japón, en prácticamente todas las declaraciones públicas acerca de logros individuales, es digna de destacar.
Regodearse en los logros personales suscita desprecio en el público nipón. Esto se debe, no sólo a las convenciones sociales de una sociedad colectivista, sino también a que el atleta piensa que el éxito alcanzado fue el resultado de la concurrencia de numerosos factores en el momento adecuado. La victoria no se logró necesariamente porque el yo fuera capaz de realizar un esfuerzo personal supremo o porque fuera la voluntad de Dios. Las cándidas y entusiastas racionalizaciones del triunfador occidental, que atribuyen la victoria a un esfuerzo personal supremo o a Dios, resultan insolentes y especialmente egocéntricas desde la atalaya colectivista.

En una sociedad colectiva en la que cada individuo es responsable de sus relaciones sociales por encima de una verdad única, el ethos social reside en el pertenecer, más que en el hacer. La expulsión del grupo puede derivar en la invalidación de la identidad y de la razón de existir de un individuo. Por eso, el anhelo de independencia y autonomía, tan importante en la terapia ocupacional y en la rehabilitación moderna, puede resultar extraño o novel, cuando se juzga desde un telón de fondo social en el que se valora la dependencia y la interdependencia social. En este contexto de pertenencia colectiva, la progresión de “hacer, ser y llegar a ser” resulta ser un modelo más convincente para explicar el comportamiento ocupacional japonés. Los roles son asignados por el grupo y, una vez son explícitos, el yo entra en escena para ejecutar las órdenes del colectivo. En esto consiste la realización y la cima de la actividad humana en la cultura japonesa.

CONCLUSIÓN

A menudo, la cultura contenida en las realidades vividas nos pasa inadvertida. Las características de nuestras experiencias compartidas no llegan a ser percibidas, quizás debido a que la atalaya desde la que juzgamos universalmente al resto de elementos de la realidad que nos rodea está exenta de examen. Si pudiéramos, por un momento, bajar de ese trono y descender de nuestro punto de referencia para ver y apreciar otras visiones del mundo y otras perspectivas de la realidad, mejoraríamos el conocimiento de nuestra propia cultura, así como el de nuestros propios modos de ver y de conocer.
Actualmente, todavía no se ha llevado a cabo un examen crítico de la cultura subsumida en los fundamentos y el lenguaje propio de nuestra profesión y existe una inclinación hacia los significados y las interpretaciones compartidas acerca de los fenómenos relacionados con las esferas de experiencia occidentales. En este articulo se han destacado algunas de las descripciones más notables de las creencias sociales occidentales, tales como nuestras tendencias individualistas, autónomas, analíticas, monoteístas, materialistas y racionalistas. También se ha ofrecido una explicación a estos conceptos limitados que tiene en cuenta las posibles diferencias en las visiones del mundo que influyen en cómo se construye lo individual en relación con lo social y con los elementos del entorno. El modo en que se configura esta visión fundamental de la realidad puede influir enormemente en que la gente atribuya un significado a sus acciones y a su lugar en el mundo y en cómo lo haga. Un sistema cosmológico abierto que construye el yo con un estatus igual al del entorno, e inseparable de éste, pone en tela de juicio la afirmación de que a través de la ocupación podemos ocupar nuestro entorno. Las concepciones autodeterministas del control unilateral de las circunstancias vitales a través de la ocupación carecen de significado para personas que suscriben unos puntos de vista más naturalistas acerca de la realidad y que están orientadas hacia una existencia harmoniosa con la naturaleza y sus circunstancias. ¿Qué consecuencias podría conllevar el problema de las diferencias entre culturas y construcciones sociales de la realidad en la interpretación de la terapia ocupacional, cuando la ocupación y la terapia ocupacional se extraen del contexto social original de su significado y se ejecutan sistemáticamente en otros contextos sociales distintos? En primer lugar, deberíamos comprender que es posible que el concepto de ocupación, núcleo de la terapia ocupacional, no exista en el vocabulario de sociedades que no sean occidentales. En segundo lugar, cabe la posibilidad de que el concepto sea más problemático aún, ya que los significados situados asociados a “ocupación” pueden variar enormemente en función del contexto social de cada sociedad concreta y de sus constelaciones de experiencias compartidas. Por tanto, puede que los miembros de otras sociedades no otorguen el mismo significado que los occidentales a sus acciones.

En sociedades colectivistas, confucianas y jerárquicas como la de Japón, es posible que un terapeuta bienintencionado que trabaja con una anciana en una clínica, esté negando, sin darse cuenta, toda una vida de experiencias y habilidades cargadas de significado para su existencia. Armado con el CMOP28 y con un marco teórico como el MOHO21, el terapeuta podría estar forzando al paciente a cumplir unas estipulaciones sociales que ella apenas comprende y que son contrarias a su contexto existencial. El anhelo de pertenecer, de depender, de estar en armonía con sus circunstancias, y de desempeñar el rol que le ha sido asignado en el lugar que ocupa en el tiempo (y que quizás ha sido desempeñado por otras personas como ella durante siglos) sufre una intromisión, se ve frustrado y desmantelado por una ideología basada en la afirmación del individualismo y de la autonomía, explicitada en conceptos como causalidad personal, actividad ocupacional y todo lo que le que sigue.

No todas las intrusiones se cuelan por la puerta trasera. A menudo entran por la puerta principal bajo el disfraz de beneficencia, emancipación, dotación de poder y restablecimiento. Todos aquellos que viven temerosos de quedarse fuera de la economía global y de la carrera por la tecnología lo recibirán de brazos abiertos y no considerarán que se trate de una intrusión. De hecho, quizás algunos salgan beneficiados, pero los paralelismos con el colonialismo del pasado resultan evidentes. Siempre existe el riesgo de importar nuestra propia cultura y, como consecuencia, modelos de comportamiento y significados que podrían desbaratar el modo de vida de un pueblo. En el contexto cultural local, realmente podríamos estar modelando y alimentando comportamientos que serían perjudiciales para las personas en sus propias sociedades. En este sentido, la terapia ocupacional puede oprimir en vez de dotar de poder, cargar en vez de emancipar y discapacitar en vez de restablecer.

Ya que contemplamos la posibilidad de introducir la terapia ocupacional en las vidas de personas que viven en otros puntos geográficos, o en los márgenes de nuestras sociedades, deberíamos reorientar nuestros esfuerzos a lograr que los miembros de estos grupos de personas comprendan y decidan en qué términos se debe introducir dicha terapia. Se ruega a los terapeutas ocupacionales que vayan más allá de las estipulaciones de las competencias culturales convencionales y que reorganicen la construcción cultural de la propia terapia ocupacional, así como sus filosofías, teorías y epistemologías situadas y subsumidas. Si no se consigue esto, la terapia ocupacional no logrará tener la fuerza necesaria para capacitar a las personas mediante la ocupación con significado. Si los miembros de esta profesión consideran que el significado de la ocupación es importante, la cuestión de la cultura debería constituir una preocupación básica.

 

 

 


Bibliografía



 






Revista Gallega de Terapia Ocupacional TOG. www.revistatog.com. Número 8. Septiembre 2008

Asociación Profesional Gallega de Terapeutas Ocupacionales

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